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SABADO, 15-03-1969 9:00 AM
No se sabe si alguien frotó una lámpara, si lo trajo la cigüeña, si cenicienta lo perdió, si nació en un pesebre o en un palacio, o simplemente su madre lo parió en el hospital de San Sebastián. Lo que sí se sabe, es que ha habido mucho viento desde que nació este peculiar inventor de ideas creativas fascinado por el movimiento de masas. Y digo viento porque el viento viaja, lleva, trae, traslada, mueve y esculpe paisajes excitantes. De profesión genio, y genio en su profesión. De nacionalidad cosmopolita, porque cosmopolita nació. Licenciado en la facultad de la improvisación, creador de la escuela: amar es gratis y querer forma parte de mi altruismo. Fundador de sí mismo, reconvertido en ilustre admirador de la perfección por los detalles. Reencarnado en el Dalai Lama de la expresión interior y vividor de tertulias inolvidables.
Sin fecha de caducidad y con fibra óptica en sus conexiones neuronales, sus ideas fluyen como un torrente de agua en busca del cauce del río. No hay obstáculos ni fronteras que frenen la imaginación de este artista del funambulismo. Los riesgos y límites terminan con un sonoro aplauso y admiración hacia lo imposible. Su forma de transmitir no es común, con lo que lo hace único y patentado. No lo cambio por nada, pero lo vendo por mucho y encima sales ganando. MARIO ECHEVARRIA VERA, A full equipe decorations.
por Luis VeraCuando conocí a Mario, allá por la adolescencia, enseguida supe que nuestra amistad iba a ser muy duradera.
En Mario encontré cualidades asombrosas. Una imaginación realmente fuera de lo común. Una gran pasión a la hora de abordar cualquier proyecto, ya fuera personal o profesional. Una gran generosidad. Y sobre todo, lo divertido que resultaba todo.
Recuerdo aquel primer verano. Mario tenía que construir dos decorados cada semana. Trabajaba horas y horas.
A pesar de ello, fue un verano increíble. Yo, que siempre he sido algo torpe con las manualidades, intentaba sacar tiempo para ayudarle. Tardé varias tardes en pintar una piña gigante de corcho.
Qué más daba. Yo quería estar allí, en ese taller sin ventanas, porque allí todo era mágico y divertido.
Por ello, enseguida supe que alguien así es difícil de encontrar y que haría todo lo posible por conservar esa amistad que justo estaba empezando.
por Javier Vidal Postigo